Sin temor, sin
sospechar lejano
el momento que
ansiará venir,
no hay siquiera
el tiempo de exigir
no me vayan
a palmar temprano.
Es el mundo
la planicie aquella
que el
arado suele nivelar.
¿Quién será
para profundizar?
Le es más
fácil evitar la mella.
No resiste ver
que se levanta,
no importando
cómo emerge un cerro;
es inerme
pero ostenta el hierro
cuyo ruido
al caminar espanta.
¿Qué le
importa cuál nació primero,
si la noche
o la mañana fresca?
¡Llama al
hierro! Antes que atardezca,
mi montaña surgirá
en acero.
Cristino Alberto Gómez
18 de septiembre
de 2011