Los obreros existen desde los inicios de la agricultura, hace miles de años. Sin embargo, el grupo de los obreros o proletarios como una clase social surge con los inicios de la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII. Entonces empezó la explotación exagerada de los trabajadores, que eran forzados a trabajar de diez hasta dieciocho horas por día. Hombres, mujeres y niños de la clase proletaria vivían condenados a tales jornadas para ganarse la vida.
En 1868, el presidente estadounidense Andrew Johnson promulgó la llamada Ley Ingersoll, mediante la cual se establecía la jornada laboral de 8 horas por día para empleados de oficinas estatales y de obras públicas. Sin embargo, aunque 19 estados acataron dicha ley inmediatamente, en la práctica los cambios fueron imperceptibles. Del mismo modo, la ley se limitaba a aquellos dos grupos de trabajadores, dejando desprotegidos a los obreros industriales.
El 17 de octubre del año 1884, la Federación de Sindicatos Organizados y Uniones Laborales de Estados Unidos y Canadá celebró un congreso en el que se dio un ultimátum notificando que desde el 1° de mayo del 1886 levantarían una huelga general de los obreros, si hasta entonces no se les reducía la jornada laboral a ocho horas por día. Debido a que no hubo una respuesta en acción de parte del gobierno, llegada la fecha acordada inició el movimiento, en el que 340 000 huelguistas se fueron a las calles. En Chicago, la única empresa que seguía trabajando era McCormick (fábrica de maquinaria agrícola), cuyos obreros habían iniciado huelga el 16 de febrero, y habían sido sustituidos por rompehuelgas. El 3 de mayo, mientras había una concentración de obreros frente a la compañía, sonó el timbre de salida para los rompehuelgas, así que hubo un enfrentamiento entre ellos y los manifestantes. En esos momentos llegó un grupo de policías que disparó a la multitud causando 6 muertes e hiriendo a decenas de personas.
En la tarde del mismo día 3, la Asociación de Estudio y Lucha, constituida por trabajadores socialistas alemanes, se reunió para organizar una protesta el siguiente día frente al centro comercial Haymarket. Durante esa actividad, una bomba de origen desconocido sorprendió a la multitud. Seguidamente hubo un nuevo fusilamiento por la policía, resultando en total 38 obreros muertos y otros 115 heridos. Una redada policial capturó a los organizadores del movimiento, acusándolos de haber arrojado la bomba. Después de un dudoso proceso judicial, siete de ellos fueron sentenciados a la horca y un octavo a quince años de trabajo forzado.
Cinco de ellos (August Spies, Albert Parsons, Adolf Fischer, George Engel y Louis Lingg) fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887.
Rápidamente el hecho fue conocido en todo el mundo, y en 1889 se acordó, durante el Congreso Obrero Socialista de París, la declaración del 1° de mayo como Día Internacional del Trabajador en homenaje a los Mártires de Chicago.
Seis años después del crimen, en 1893, el proceso fue revisado por aceptación del entonces gobernador de Illinois, John Atgeld. Las investigaciones del juez Eberhardt concluyeron en que los ahorcados no habían sido culpables de ningún crimen y que el jurado que los condenó había sido estratégicamente conformado por disposición del procurador especial Henry Rice, quien eligiera solamente a hombres contrarios de los acusados para no dejarles escapatoria de la pena capital. De tal manera, fueron liberados los tres que aún estaban vivos (Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe).
Con excepción de en Estados Unidos, donde el Día del Trabajo se continúa celebrando el primer lunes de septiembre, como desde 1882, a nivel mundial se conmemora el Día Internacional del Trabajador el 1° de mayo de cada año.
Cristino Alberto Gómez
30 de abril del 2007
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