No es el agua salada del mar
ni la luna ni el cálido sol.
No es el mundo que debe cambiar;
eres tú, compañero, y soy yo.
No es el alma de los inconscientes
que se nutren de la destrucción
ni la astucia del inteligente
que se vende por una ración.
No es un ave después de volar
ni el cobarde detrás de un cañón.
No es la madre sin hijos ni hogar
ni un anciano clamando perdón.
No es la rosa que cae de la luna
ni en el bar cada gota de ron.
Compañero: eres tú, con tu pluma,
el que puede escribir la canción.
No es un árbol captando carbono
ni un ingenio con cero emisión
ni un freón en la capa de ozono
ni una estufa de leña y carbón.
No es el santo escuchando un llamado
ni la historia de la evolución
ni la gente que mata un soldado
ni el más rico de cada nación.
No es un niño sin techo ni pan
en un campo de África. ¡No!
No es su historia que debe cambiar.
¡Eres tú, compañero, y soy yo!
Cristino Alberto Gómez
19 de febrero del 2008
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