Cristino Alberto Gómez | 5 de junio de 2012
El transporte público en la República Dominicana debe regularse, tanto en términos de controlar los monopolios locales como de revisar la forma de tratar a los seres humanos que reciben sus servicios. Esta mañana, mientras me
trasladaba a Santo Domingo en una guagua de transporte público desde Yaguate, vi
subir una señora que al cabo de unos segundos se percató de haber dejado su
billetera en casa. Solicitando inmediatamente al chofer que la dejara, la
señora reclamaba sin recibir más respuesta que esta: “Vamos tarde, señora. No
nos podemos parar”. Varios pasajeros, el que escribe incluido, protestaron y se
unieron a la solicitud de la señora sin lograr que el conductor de la guagua se
detuviera ni que el cobrador se lo indicara (“es el tiempo, es el tiempo”) sino
hasta llegar a un lugar donde le esperaban varias personas para montarse, al
menos un kilómetro más adelante. Irónicamente, allí permaneció durante varios
minutos por si acaso llegaban más pasajeros. Ahora sí tenía tiempo, ¿verdad?