La suspensión de la graduación
del Plan Nacional de Alfabetización “Quisqueya Aprende Contigo” en Dajabón fue
la mejor decisión que se pudo tomar. A este respecto me tomo estas líneas para
hacer dos planteamientos.
En primer lugar, reconozco y
respeto el trabajo de todas aquellas personas que con vocación, entrega y
voluntad trabajan en la misión de enseñar a pescar a quienes por una u otra razón no han podido aprender a
leer y escribir. Dios les bendiga en su sagrada y altruista labor.
En segundo lugar, quiero
referirme de manera especial y breve a aquellas personas quienes no conocen el
significado de una misión, siquiera el de un compromiso asumido. Estuve por mi
tierra natal, perteneciente a esta provincia, días antes del jueves 25 de julio
para cuando estaba pautada la mencionada “graduación”. Fue entonces cuando se
me acercaron tres personas en momentos separados para contarme su descontento y
decepción con la manera como el referido plan de alfabetización llegó a esa
comunidad a través de agentes del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre
(CESFRONT), quienes estarían contribuyendo al mismo y a quienes está asignada
la alfabetización en nuestra comunidad.
Ya repetida la incomodidad
manifiesta por la gente, me detengo a conversar con el señor M. Se apoya en una
columna de la enramada y me dice: “Mire,
Cristian: yo estaba motivado porque ellos vinieron a tomar una lista diciendo
que al que no sabía le iban a enseñar y al que sabía un poco le iban a ayudar a
leer mejor. ¡Ah, Dios! ¡Pero ellos nada más han venido dos veces aquí!”.
Luego continúa, ahora con un volumen más elevado en la voz: “y entonces vienen a invitarnos y yo digo que
no voy a ir para allá, porque ellos no han venido a dar clase, sólo a
inscribirnos y después a invitarnos dizque para la graduación”.
Me llama la atención el tema y
trato de indagar más, dado mi previo desconocimiento de la situación. “Explíqueme, ¿cómo que sólo vienen a
invitarlos a la graduación? - le pregunto-
¿Y ustedes van a coger para allá?”. “No,
Cristian. Eso es lo que yo digo. Ellos lo que quieren es hacer un aparataje,
porque vinieron a invitar nada más a los que ellos vieron que ya sabíamos un
chin. A los otros no los invitaron, como quien dice, para no pasar la vergüenza.
Yo digo que no voy para allá aunque se pongan bravos; yo no voy a apoyar esa
vagabundería”, me replica el señor M.
La indignación permanece en mis
adentros a pesar de mi deseo de creer que no sea cierto, pero la coincidencia al
recibir la misma queja tres veces distintas me hace convencer. Recuerdo
entonces la sencilla y significativa frase que proclamaba mi abuelo, que en paz
descanse, y que legó a mi padre, que Dios le dé mucha vida y salud: “si voy a
trabajar, trabajo; si no, no trabajo nada”. Es decir, hacer o no hacer. Si me
comprometo es para cumplir y si sé que no cumpliré mejor no me comprometo.
Olvidados de los números, los
aparatajes y la necesidad de hacer creer que estamos en el mundo de “lo que
está bien”, es de pensar y preguntarse: ¿estoy haciendo algo que vale la pena?
De no ser así, pues, ¡qué pena! Pero no se puede pretender usar así a nuestra
gente inocente y buena.
29/07/2013