Tendido al suelo, me saluda el llanto,
pulverizado sobre el campo inerte,
vencido, hastiado, confundido en tanto
estoy a punto de abrazar la muerte.
Esculpe un guiño, ofrece ya la mano,
recita, canta, me comenta el cielo,
aspira arvenses con el fruto vano,
pronuncia el bosque, compadece el suelo.
Me está venciendo la promesa aquella,
aislado el cerro que sabrá cenizas,
cartones, pinos, la profunda mella
del manso fierro, piedras movedizas.
Tarareando mi postrera salve,
su coro gris despertará la calma.
Si habrá latido que mi pecho salve
discute el viento, paseando un alma.
Cristino Alberto Gómez
14 de noviembre de 2018
@CristinoAlberto
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