Los excesos de los que la ciudadanía está siendo testigo, producto de una terrible degradación de la política desde el imaginario hasta la práctica, deben ser objeto no sólo de reflexión sino también de consecuente acción. No sólo están en juego las candidaturas, lo está el tipo de orden social en el cual los dominicanos prefieren vivir para los años venideros.
Con una quincena de ministros y un ejército de funcionarios del Estado plenamente dedicados a la precampaña de un aspirante a la presidencia, en detrimento de sus funciones y de las limitaciones de la Ley, el principal perdedor es el pueblo dominicano que sigue viendo irresolutos los principales problemas de su país. Por ejemplo, con el colapso del sistema de salud y de servicios médicos, el dengue y otras enfermedades surgen como epidemias y hacen de las suyas sin que haya medidas efectivas para evitarlas ni para enfrentarlas, a pesar de conocer en cuáles condiciones y tiempos se presentan. La inseguridad ciudadana, por la delincuencia y la criminalidad, amenaza cada día la mera existencia del ser humano, alimentándose de nuestra sangre y llenando de dolor a las familias dominicanas.
No tenemos garantía siquiera de algo tan básico como el acceso al agua para beber, a pesar de todas las fuentes que nacen en nuestras montañas y bañan el territorio. La factura de la electricidad sigue subiendo mientras se reducen las horas de energía, aparentemente como una manera de multiplicar la carga a la ciudadanía para la costosa Punta Catalina y otros desaciertos del gobierno.
La institucionalidad en nuestro país es cada vez más pobre. No hay independencia entre los tres poderes del Estado, secuestrados por la voluntad del grupo que maneja el Presupuesto Nacional. A manera de ejemplo, el juicio del caso Odebrecht que tiene lugar esta semana, donde se dilucida acerca de sobornos recibidos principalmente para campañas electorales, es presidido por la persona que coordinó con uno de los acusados una de las campañas electorales que potencialmente se habrían beneficiado de esos recursos. A pesar de las denuncias y recusaciones, se hace la voluntad del que tiene más poder y nada pasa de ahí. Si seguimos así, este país perderá la categoría de Estado por la quiebra funcional de las instituciones que lo sustentan.
Con una quincena de ministros y un ejército de funcionarios del Estado plenamente dedicados a la precampaña de un aspirante a la presidencia, el principal perdedor es el pueblo dominicano que sigue viendo irresolutos los principales problemas de su país.— 🇩🇴 Cristino (@CristinoAlberto) September 26, 2019
En este contexto, no hay tiempo para la pasividad ni segundas oportunidades. La ciudadanía debe entrar en conciencia y dejar de responder al juego del pan y el circo. Debe demostrar a los que le representan y a los que aspiran a ello que el pueblo dominicano espera más que eso, que toma las decisiones electorales con base en las propuestas y compromisos coherentes para resolver los problemas sociales.
La política no es un juego de gallos ni una lotería donde se apuesta por el número más bonito porque dé la impresión de que saldrá. La política es el instrumento que tienen los pueblos para gestionar la generación de bienestar inclusivo y sostenible y cualquier desvío de este objetivo puede resultar dañino a todos los plazos.
En este momento crítico que se vive en la República Dominicana, cada ciudadano o ciudadana tiene la importante tarea de identificar lo que de acuerdo con su conciencia y sus principios es lo más positivo para su comunidad y su país y entonces luchar por ello. Sólo en la puesta en común de esa sincera búsqueda iremos construyendo juntos el país que queremos.
Cristino Alberto Gómez
20 de septiembre del 2019
No hay comentarios.:
Publicar un comentario