La lluvia suena
sobre el techo aún;
un largo trueno
atraviesa el cielo
con su rugir constante,
cual sendo rayo
cuando desnudo
traspasa un cuerpo.
Las flores abren,
cromadas, sonrientes,
ante las gotas
pluviales, frescas,
que sus pétalos bañan.
Resplandece.
¡Sí que vivaces
despiertan altivas
las nuevas flores!
No ven la noche;
su alma es bella.
¡Cuántas estrellas!
La oscuridad no existe
cuando la luna espera
si la esperanza crece
mientras la noche llega.
Cristino Alberto Gómez
3 de octubre del 2007
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