Se acabó el silencio cuando mi nombre
Pronunciabas, madre, ¿y a quién llamabas?.
Ya se acerca el día cuando retorne
Te lo dije, padre, que regresaba.
La distancia frágil no me hace daño
Tú verás, mamita, que la resisto.
Porque no hay un mal que dure cien años,
dieciséis semanas es un ratito.
Me perdí mil noches y largos días;
mi almohada azul su color perdió.
Del café una taza sobró: la mía,
y en las habichuelas faltaba yo.
Como noche oscura, al llegar el alba,
se esfumó este tiempo, pues lo repito:
Porque ya pasaron las horas largas,
dieciséis semanas es un ratito.
Cristino Alberto Gómez
Martes 19 de agosto de 2008.
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