De las mañanas encontró el encanto;
en la sonrisa de la negra mía;
atardeciendo acompañó mi canto.
Llegó a la isla de Santo Domingo
donde la guerra removió su pecho:
la roja calle de mi gente el lecho
y carcajadas nuevamente el gringo.
La vida suele calcular las horas;
las horas sueñan con traer la muerte;
la muerte ríe cuando te enamoras.
Pero Neruda resultó más fuerte:
hecho poesía, diseñando auroras,
veinte poemas volverá a leerte.
Cristino Alberto Gómez
19 de octubre de 2010
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