Hazme la noche que se va a marchar,
deshecha rama sobre tu desierto,
haz lo que quieras para verme muerto,
corta mis manos para no tocar.
Abre mi pecho o me verás llenar
de tus brillantes primaveras todo
lo que al final se perderá en el lodo
cual agua dulce puesta en alta mar.
Anda, regresa, déjame excavar
bajo la arena aquella tumba mía.
Mira la lluvia que llegó al lugar.
Ya no resisto, son mis manos frías.
El agua misma me hace reparar:
si nadie fui, a nadie tú querías.
Cristino Alberto Gómez
13 de noviembre de 2010.
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