Mira, señor, mis horas.
Estoy desesperado
clamando por los días,
vagando en las tinieblas,
sentado en el silencio
oscuro de la noche.
Podría yo pedirte
llevarme junto a ella,
hacer de mí los aires
que a su balcón se asoman
y tocan a su puerta.
Podría bien rogarte
me apoyes en los sueños
que anhelo realizados,
en los que vive aquella
que aguarda mi regreso,
sonríe con la espera,
dibuja en las paredes
mi vida junto a ella.
Mil cosas a pedirte,
mil vidas a implorarte,
mil noches para orarte,
mil cielos para ella.
Puedo pedirte el mundo,
confiando un día llega.
Pero morir de frío
no importa, si está ella.
Vivo porque su vida
tiene sonrisas bellas,
porque su alma goza,
porque la mía es plena
cuando con ella vive,
cuando por ella espera.
No importa que las horas
quieras hacer eternas,
¿para qué reducirlas
si estar aquí es con ella?
No quiero que se acorte
el tiempo para verla;
la sueño cada noche,
la miro en cada estrella.
¡Gracias, Señor, por ella!
No tengo que pedirte;
no quiero más que verla
sonriendo en cada sueño,
bailando cada pieza,
soñando cada noche,
sabiendo estoy con ella.
¡Saber que allí está ella!
No pido que la traigas,
pues vivo junto a ella
y es quien cada mañana
me abraza y me despierta.
Gracias porque ella existe,
porque conmigo llega,
porque será mi vida
por siempre para ella.
¡Gracias, Señor, te canto!
¡Gracias por mi morena!
Cristino Alberto Gómez
23 de septiembre de 2011
@CristinoAlberto