Eran las seis y veinte minutos en la tarde. Había entrado a la sala de televisión del edificio en que vivo dentro de la universidad. Tomé el control a mano en busca de algún programa de interés.
"Redención". Así se llamaba la película que estaban dando por Cine Fox. Me pareció interesante el título. En la imagen que presentaba, un hombre negro era sujetado por policías, mientras se dirigía a la sala de visitas de la cárcel en que se encontraba recluído.
Miré el "menú". La película había empezado veinte minutos antes, pero duraría hasta las ocho, así que decidí quedarme para verla, tratando de adentrarme en la historia, ya perdido el inicio.
El preso era Stanley Williams, quien, había estado al frente de la pandilla de los Crips y se había arrepentido, pero ya se encontraba en espera de que tuviera efecto su sentencia de muerte. Le visitaba Bárbara Becnel, una periodista quien quería escribir un libro sobre él. Esa primera vez, tuvieron una discusión y Bárbara se fue disgustada. Pero Stanley la llamó a su casa, así que ella volvió y lo siguió visitando. Stanley comunica a Barbara su deseo de escribir libros para niños y ella, después de dudarlo, al fin acepta colaborar con él en ese propósito.
Rápidamente los libros se difunden por todo el mundo, e incluso Stanley Williams es nominado para el Premio Nóbel de la Paz. Los jóvenes que leen sus libros y ven sus entrevistas en la televisión, se inspiran en él para cambiar sus vidas. Luego, Un grupo de niños le visita, y él les habla desde atrás de una gran puerta, donde une sus manos a las de ellos para hacer una oración.
Cuando terminó la película, unos párrafos decían cómo Stanley siguió escribiendo libros para niños y jóvenes, y terminaba diciendo que todavía se encontraba en prisión, a sabiendas de que algún día llegaría su condena.
"Investigar sobre Stanley Williams", escribí en mi agenda, y ratos después me dirigí a la computadora, donde me llevé la terrible sorpresa al introducir su nombre en el buscador. Era la página de un periódico español, donde una noticia del martes 13 de diciembre del 2005 informaba que el hombre arrepentido acababa de ser ejecutado en aquel día de mala suerte mediante una inyección que le quitó la vida en 13 minutos.
Según las fuentes, la última palabra la tenía el gobernador de California, donde se encuentra la bélica prisión, Arnold Schwarzeneger, quien se dio a la inmisericordia para negarse a liberarlo de la pena de muerte.
¡Qué corazón! ¡Qué mundo! "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"(LC, 23:24)
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