Bajo esta noche clara,
amiga dime
cuánto me amas.
Abre tus ojos,
amiga ausente
dormida sobre la grama.
Siente en tu espalda
el recuerdo de una tarde
cuando la lluvia mirabas
densa caer y alejarse
de tu ventana.
Al frente pasó un cristiano
propulsado por las aguas,
enchumbado[1] desde el pelo
hasta las uñas, ya blandas.
Tú me llamaste,
amiga, mas no lograste
que mi camino cortara.
Era pesada mi ropa
y unos zapatos lloraban.
“Yo sé que la lluvia acaba”.
Llegó la noche
y esta luna la esperaba.
No había quedado nube
que su visión empañara.
Llegué a tu casa
cual paloma del diluvio
que al fin el fin anunciara.
Una era blanca, otra rosa,
las rosas que te entregaba.
Dímelo ahora,
amiga, que es corto el tiempo.
Se me acaba el pensamiento
entre las horas
y el frío de madrugada.
Cristino Alberto Gómez Luciano
2 de marzo del año 2007
[1] Enchumbado: Empapado (Dominicanismo).
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