Pido perdón anticipado
a todo el que me mire
con la cara recia
y mirada punzante.
Antes de tiempo,
o justo en el momento,
pido perdón antes de hacerlo,
porque no sé cuándo
perderé la cabeza,
ni sé cuando
tiraré una piedra
a la fruta nueva.
Enciendo sobre las brasas
mis rodillas
y ato mis manos frente al cuello,
justo ahora.
Quiero pedir perdón
cuando aún no sea
demasiado tarde.
También al puñetero,
chofer o pistolero,
quizás al cantinero
o a la mujer que quiero.
Por cada libra de fuerza
y de sudor cada gota,
disculpas pido también
al sepulturero.
Por cada lágrima,
a cada amigo sincero,
a mi madre por su llanto
y a mi padre en su desvelo.
Perdón por anticipado
o justo a tiempo
a mis hermanas llorando
junto a mi pecho
y mis hermanos rogando
que no haya muerto.
Perdón a la hermana tierra
que abrigará mi cuerpo
helado, solo y tranquilo,
lleno de miedo.
Perdón a los que me llevan
pesado y tieso
deseando diez mil
caballos de fuerza
para encaminarme al cielo.
Cristino Alberto Gómez Luciano
16 de marzo del 2008
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