Provengo de la noche. No sé de dónde. Vengo
para sufrir y a veces pintar una sonrisa.
Recuerdo que hace siglos caí del alto cerro
y desde allí a tus brazos me trasladó la brisa.
Me miras a los ojos. Despierta una mañana
en tus pupilas tiernas. Sonríes y regresas
de tu mirada luego el rumbo a la montaña.
Sin compasión el aire detrás de ti se aleja.
Alargaré mis pasos para seguir tu huella
y extenderé las horas para jamás perderte.
Una vez más conmigo la soledad se queda
en el momento justo que más sabré quererte.
Cristino Alberto Gómez
9 de marzo del 2010
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