El lugar donde nace la patria
se pintó de
color fantasía;
se llenó de
fotones la savia;
prosperó
hasta la tierra baldía,
como campo
cubierto de acacia.
¡Se llenó
nuestro hogar de alegría!
La
inclemente distancia y las horas
intentaron alzar
las espinas;
las
vencieron altivas las rosas
que avivaron
las quietas colinas.
Se llenaron
de versos mis hojas;
germinaron ayer sonatinas.
Cultivando los
fértiles llanos,
despertó el
labrador de su sueño.
Son palabras
al aire los planos;
son las
obras final del empeño.
¡Adelante!
¡Luchemos, hermanos!
Son cobardes
fruncidos los ceños.
Tengo un
bello país, pisoteado.
El verdugo
se viste de noble;
va limpiando
los nidos sacados.
Van creciendo
torcidos los robles.
Siento el
aire silbar preguntando:
“estos ricos,
¿por qué son tan pobres?”
Escuché bajo
el árbol un canto
confundido,
color de la sierra,
que clamaba,
perdido en el llanto,
por aquel
con amor a la tierra.
¿Qué figura
describe su manto,
qué mirada
el futuro que encierra?
Es la aurora
y despiertan mis ojos;
rompo el
mito de la celosía,
encontrando
no más los despojos
de esta
patria saqueada, la mía.
¿Cómo puede
vencer sus antojos
esa garra que
vuelve gandida?
“¡Qué firmeza
requiere mi gente
para ver sonreír
nuevos días
y con ellos también
nuevamente
las familias
que hambrientas morían!”,
van pensando
los hijos valientes
que supieron
de la agronomía.
Llevo un eco
grabado en la frente
y el dolor
de una triste agonía:
arrancó de
mi patria su vientre
la ponzoña
de la minería.
Es sencillo
tomar lo que encuentre
pero no
devolver lo que había.
De esta tierra
producen los cerros;
elijamos de
nuevo la vida
sin labrar
el inerte subsuelo
conquistado
por las compañías.
Injertemos
saberes al pueblo,
abonemos la
parte de arriba.
Llena más
que el sabroso pescado
una dosis de
sabiduría.
Los que
ordenan el campo labrado
saben cómo
enfrentar la sequía.
¡Cultivemos
el fruto soñado!
¡Qué
dinámica, la agronomía!
Cristino
Alberto Gómez
11 de octubre de 2014