No protesto a mi Dios porque haya muerto,
no sé por qué acabó la fiesta.
Comprendo que viví, he ahí lo cierto.
No fui nadie,
y aún perdido bajo el sol
como arena en el desierto
puedo decir
que un día fui poeta.
Amé a la mujer con toda el alma,
no a una sino a todas.
¡A todas las amé!, no oiga ninguna,
a unas di mi corazón, a otras el alma,
a todas las amé de mil maneras.
Ninguna a mí me quiso y no importaba.
Sólo quise amar.
Yo fui para ellas.
Amé sin exigir lágrima alguna,
mi pecado siempre fue robar sus besos,
sin nunca preguntar tocar sus manos
y entre caricias despeinar su pelo.
Cristino
Alberto Gómez
Costa Rica, 1 de septiembre del 2006 @CristinoAlberto
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