Andando por el pasillo
de nuestra universidad
viene llena de bondad
cargando un bolso amarillo,
cual carpintero el martillo
que lleva por dondequiera,
mi amiga y gran compañera
como del día es el sol.
¡Que Dios esté, Marisol,
contigo la vida entera!
A veces bromeando voy
y mientras frunces el ceño
te digo en buen cibaeño
«¿cómo tu ta, Marisoi?»
“Yo ni sé cómo yo toy”,
tú me respondes sonriente
y me sigues la corriente.
Luego te doy un abrazo
y digo: «cuidao, mi brazo
puede tenei repelente».
“Voy, voy”, dice y es la clave:
ya su paso avanzará
y en un segundo estará
volando a mi brazo el ave
que tanto adoro y lo sabe
porque la felicidad
se vuelve una realidad
cuando a mi lado la siento,
presente y en pensamiento.
¡Qué hermosa nuestra amistad!
Cristino
Alberto Gómez
Costa
Rica, 28 de julio del 2006
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